12 Mar El funcionamiento ejecutivo en personas con autismo
En el post del día 12 de febrero hicimos referencia a la importancia de saber cómo piensan las personas con autismo para así entender el porqué de sus comportamientos y de sus dificultades en el entorno social. Os hablamos de cómo el déficit en coherencia central explicaba parte de las conductas manifestadas. Pero no todo se explicaría por este déficit, la disfunción ejecutiva y el déficit en habilidades mentalistas juegan un papel importante para llegar a una comprensión plena del cuadro de autismo. En el post de hoy vamos a profundizar un poco más y os hablaremos del déficit en funciones ejecutivas, cómo interfiere en el proceso de aprendizaje y en la adaptación de las personas con autismo.
Las funciones ejecutivas son un conjunto de procesos cognitivos que ponemos en marcha para saber adaptar nuestra conducta y nuestro pensamiento a una situación novedosa para la que no tenemos un plan previo de resolución. Estos procesos son las habilidades de planificación, ejecución, flexibilidad, inhibición y control de impulsos, memoria de trabajo y cambio atencional. Gracias a estas funciones podemos tomar decisiones, resolvemos problemas, llevamos a cabo una adecuada regulación emocional y nos adaptamos a situaciones imprevistas o novedosas. Alteraciones en estas funciones las presentan personas con autismo de distintas edades y niveles de afectación, repercutiendo en el desarrollo de sus habilidades adaptativas en mayor o menor medida.
Es común escuchar en las familias de niños con TEA de menor grado de afectación, las dificultades que poseen para llevar a cabo con éxito su autonomía diaria, ser organizados en sus estudios, tomar sus propias decisiones o tener un adecuado autocontrol emocional.
Pongámonos por un momento en situación y pensemos en el ejemplo de un niño o niña que tiene que ir al colegio. La rutina se inicia cuando suena el despertador y llega la hora de levantarse. Se le dice que se despierte, se levante y vaya a desayunar que hay que ir al colegio. Mientras desayuna se le indica que tiene la ropa encima de la cama y que no se olvide de coger el almuerzo. El niño desayuna, pero 10 minutos después de haber terminado, sigue sentado en la silla entretenido con la cuchara, o puede que vaya a la habitación, pero en lugar de vestirse, se ponga a jugar con los muñecos que había encima de la mesita. Al final el adulto, molesto, se acerca y muestra su malestar por no haber hecho lo que se le ha indicado. Ese malestar se acrecienta cuando él debe acabar haciéndolo porque hay prisa para no llegar tarde al colegio. Pero, ¿qué es lo que ha pasado para que no haya hecho todo lo que se le ha indicado? En todo este proceso se dan una serie de pasos e instrucciones encadenadas que el niño debe retener momentáneamente en la memoria para después ejecutarlos. Además, debe tener un adecuado control del tiempo y saber gestionarlo para darse más o menos prisa en hacer cada cosa que se le ha pedido y, muy importante, saber inhibir estímulos que puedan entorpecer la consecución del objetivo, como el hecho de no entretenerse con los juguetes.
Este sería un claro ejemplo de todas las acciones y procesos implicados para llevar a cabo una meta. Viéndolo así, ¿a qué es complejo? En todo momento tenemos que estar tomando decisiones de qué hacer y en qué orden hacerlo, pensar con cuanto tiempo contamos y ser capaces de omitir todo aquello que interfiera para conseguir nuestro propósito, todo ello teniendo en cuenta que no se nos olvide nada. Como este podríamos poner muchos más ejemplos que nos trasladan las familias, como las veces que se le olvida coger la mochila cuando sale del gimnasio, la cantidad de veces que se le habrá olvidado la agenda o el estuche cuando prepara la mochila o lo descuidado que es para asearse.
Pero ahora ya podemos entender que detrás de esta forma de proceder, que a priori parece tan descuidada, se encuentra un déficit en las funciones ejecutivas. Hemos de tener en cuenta que este déficit no es específico del TEA, sino que también se puede dar en niños y niñas con desarrollo típico o con otro tipo de trastornos. No obstante, en el caso del autismo, se presenta de manera más acentuada interfiriendo negativamente en las habilidades adaptativas y en su día a día.
En el caso de niños y niñas con autismo de mayor nivel de afectación, la disfunción ejecutiva tiene una repercusión mayor. Las dificultades relacionadas con déficits ejecutivos justificarían los problemas de anticipación, problemas para cambiar el foco de atención de un estímulo a otro, generalizar aprendizajes o producir conductas con un sentido o meta definidos. En estos casos necesitan que se les indique y se les guíe en tareas como vestirse, lavarse los dientes o realizar un trabajo de manera autónoma, ya que sin una guía tenderían a la deambulación. Debido a los problemas en planificación y anticipación, no son capaces de organizar y secuenciar la tarea a realizar en pequeños pasos, por lo que les cuesta iniciar la actividad sin ayuda o llevarla a cabo con autonomía.
Para todos los casos, la mejor forma de abordar estas dificultades es dotarles de herramientas que les ayuden a estructurar y recordar la secuencia: los apoyos visuales. Entre los tipos que podemos emplear están las agendas, las listas de comportamiento y los scripts, a través de los cuales ofrecemos una secuencia estructurada o indicamos los comportamientos a realizar, con la ventaja de que siempre están presentes y permanecen en el tiempo. De esta manera estaremos fomentando su autonomía y mejorando su ejecución al ayudarles a no olvidar ningún paso a realizar.
Por todo ello es importante que éste sea uno de los objetivos prioritarios a abordar en las terapias, ya que debemos enseñarles herramientas que les ayuden a suplir estos déficits y conseguir la plena autonomía.
Ángeles Aguilar
Psicóloga especializada en el Trastorno del Espectro Autista
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